Siento,
luego soy
Entre
labios porosos
deseosos
de goma humanidad escupes
estaláctitas
dialécticas sumergidas en derrota
y te
sumas un punto más en tu
anodino
tablero de ajedrez.
Diatribas
como sofista,
elucubrando
señales de espanto,
osadía o
aporía, cualquiera vale.
No
importa cómo ganar,
el
hechizo de la destrucción es inapelable
y nada
irrisorio a mi mirada.
Sobre una
tundra
ha de
despertarse lo vivo, lo que
nunca
muere, lo indestructible;
una
porción de la materia de Anaximandro
cae por
entre tu lengua,
y no hay
limbo que repare, o ampare
la
pérdida de una cielo liso, sin atributos.
Y no hay
palabra que corte mi cristaloso corazón.
La
vulnerabilidad no es debilidad ni derrota.
Es el
nutriente de la sensibilidad.
Si
apuesto a que soy es
porque
siento.
Siento,
luego soy.