miércoles, 11 de abril de 2012

Vendo mi utopía





-Vendo mi utopía-, dijo el señor diminuto. Pero ella no escuchó, realmente ni lo vio extasiada como estaba con esas seis letras que tenía enfrente. Tampoco distinguió los quejidos y ruegos de auxilio del personaje aplanado bajo sus pies. O quizá sí, quien sabe, pero hizo caso omiso, pues su sonrisa ocupaba en ese momento toda la acera.


5 comentarios:

  1. Hace años alguien llegó a definirme como un utópata, un "adicto a la utopía". ¿Habré encontrado al fin al dealer que me suministre esos gramos de mi dosis diaria?

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  2. Para bien o para mal, estoy repleta de esa "sustancia" tan esencial para la vida y tan poco cultivada hoy, -la utopía-, y como no tiene precio, y es inagotable puedes tomar la que quieras. No tiene efectos secundarios. Aunque se ruega compartirla.
    Saludos Gabo.

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  3. Quiza ella no era consciente de sus actos e involuntariamente pisó la sombra del señor diminuto,¿o solo pretendía apoderarse de su utópía? Me quedaré con la duda. Saludos Orlando.

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  4. Mi interpretación, -aunque habrá otras-, es que el personaje que ella creó era un negociante que lo vendía absolutamente todo, hasta la utopía, cosa innegociable, por lo que prefirió aplastarlo, y darle su merecido, jajaja. Gracias por comentar Jesús. Un beso.

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  5. la meta y el áfan de una conciencia polar es superar su condición de incompleta determinada por el tiempo y volver a estar completa, es decir, sana.
    Todo camino de salvación lleva de la polaridad a la unidad.Maravilloso microrrelato.

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